jueves, 14 de mayo de 2009

Alegría en movimiento

Los hospitales en general son lugares a los cuales las personas acuden cuando estan enfermas; la mayor parte de especialidades, incluso pediatría, están cargados con una atmósfera de preocupación, de incertidumbre. Los pasadizos se inundan de caras preocupadas, de lágrimas de desesperación, y a veces, de ira e impotencia; tanto así, que puedo recordar la voz de una mujer gritando desde la puerta "son unos asesinos!"

No hay hospitales lindos, no los hay; claro que siempre pueden estar peor, siempre pueden ser más tétricos y desolados, pero en silencio o llenos de bulla, la atmósfera que los rodea siempre es densa y complicada. 

Hace un mes me tocó visitar el área de ginecología - obstetricia; y por primera vez delante de mis ojos, había alegría, y también la había en movimiento. Hay un consultorio que se denomina control pre natal, es a donde se acude para ir viendo el desarrollo del embarazo, y los rostros que pasan por esos consultorios son lo que ilumina un hospital. 

Creo que siempre llevaré conmigo las sonrisas, la espectativa, la alegría de saber que están bien, porque a ese consultorio no van cuando se sienten mal, van cuando están de lo más contentas y sólo quieren que todo siga así; no voy a negar que a veces hay malas noticias, que no todo es lindo y perfecto; pero sigue siendo hasta ahora el único lugar por el cual he rotado, en que casi todas son pacientes sanas, y eso, calienta un poquito el alma. 

Recuerdo en especial una paciente, era todavía una adolescente, ni siquiera terminaba el colegio y cuando entró al consultorio, todos teníamos esa sensación que uno tiene al ver a alguien que no está preparada para la carga que se le viene encima, un cuerpo que madura antes que la mente y que probablemente tendrá un sin fin de problemas cuando nazca el niño; pero después de unos minutos, de ayudarla a grabar del doppler los latidos de su bebé en su celular, de reirnos haciendo bromas todos, de verla contenta...  Dicha "locura" e inmadurez tenían un sentido más allá de todos los parámetros que como sociedad nos ponemos. Sé que eso no arreglará todos los problemas que va a tener que afrontar; sé que no se hará más fácil salir adelante por el simple hecho que es un proceso increible y maravilloso, pero en ese segundo, en ese preciso segundo, yo sé que ella era feliz, y lo era, a un nivel que yo quizá jamás podré entender como hombre, porque era alegría pura, sin necesidades, sin restricciones, era alegría en movimiento dentro de su cuerpo y había decidido quedárselo, a pesar de todos los abortos ilegales que ocurren cada día en este país, había tenido el coraje de no optar por una opción facilista, aunque al mismo tiempo condenara su vida a una infinidad de sacrificios, siempre y cuando, quiera sacar adelante al niño que trae al mundo. 

Nunca más volví a ver a esa paciente, mi rotación terminó y probablemente si me la encuentro en la calle jamás podría reconocerla; pero le deseo lo mejor de este mundo, a ella y a su pequeño, siempre agradecido por esa sonrisa. 

La medicina es algo complicado, difícilmente uno se encuentra con respuestas precisas a las preguntas que tienen las personas; un simple dolor de cabeza tiene como posibles causas una lista con más de veinte posibilidades diferentes, que si se explicaran todas a las personas, saldrían llorando de la consulta... a veces uno mismo va diciéndose por dentro "ojalá que sea algo tratable", y carga un poquito con el peso de las posibilidades; aunque a veces, como en aquel consultorio, uno también se roba un poquito de alegría para llevar a casa. 

1 comentario:

elena clásica dijo...

Guauuu!!! El apunte de hoy en tu bitácora es, en efecto, alegría ondulante. Me conmueve sobremanera, que hayas reflejado la luz, la de un segundo quizás, pero esta transparencia en un hospital: que te fijes en ella, te refugies en el segundo cósmico, eterno, que te llevas contigo... Esa humildad ante la creación femenina, que, en cambio compartes, como siempre, en tu profunda empatía...

¡La alegría de la planta de neonatos! Quisiera compartir contigo una vivencia que nunca había contado: en una ocasión trágica, en la que emergía literalmente de los infiernos de una desquiciante enfermedad de alguien muy cercano, por una casualidad, tomé un ascensor equivocado y me encontré en la planta de neonatos, perdida; y sin embargo ese viaje que no me estaba dirigido, me salvó, fueron unos segundos en los que buscaba una puerta y encontré alegría inesperada, pues sólo conocía el horror del hospital. Ello me hizo salir de allí apoyada en la esperanza, en las risas, colorines y plantas de amor, regalos en las puertas de las mamás y de los bebés.
Siempre que, afortunadamente, he vuelto por esta planta, ya sin equivocaciones, por el feliz nacimiento de un bebé, he recordado ese mágico momento, que trascendió a la muerte.

Bendito seas, bendito sea este espacio, y tu divina sensibilidad.
Gracias por compartir tus revelaciones. Es, en este caso, para mí, de una emoción profunda.
Tu bitácora forma ya parte de mi vida.
Es un honor y un placer. Un abrazo, mi querido médico poeta.