martes, 26 de mayo de 2009

TVC



Toda la voluntad de curarse... después escribo de la Tb




jueves, 14 de mayo de 2009

Alegría en movimiento

Los hospitales en general son lugares a los cuales las personas acuden cuando estan enfermas; la mayor parte de especialidades, incluso pediatría, están cargados con una atmósfera de preocupación, de incertidumbre. Los pasadizos se inundan de caras preocupadas, de lágrimas de desesperación, y a veces, de ira e impotencia; tanto así, que puedo recordar la voz de una mujer gritando desde la puerta "son unos asesinos!"

No hay hospitales lindos, no los hay; claro que siempre pueden estar peor, siempre pueden ser más tétricos y desolados, pero en silencio o llenos de bulla, la atmósfera que los rodea siempre es densa y complicada. 

Hace un mes me tocó visitar el área de ginecología - obstetricia; y por primera vez delante de mis ojos, había alegría, y también la había en movimiento. Hay un consultorio que se denomina control pre natal, es a donde se acude para ir viendo el desarrollo del embarazo, y los rostros que pasan por esos consultorios son lo que ilumina un hospital. 

Creo que siempre llevaré conmigo las sonrisas, la espectativa, la alegría de saber que están bien, porque a ese consultorio no van cuando se sienten mal, van cuando están de lo más contentas y sólo quieren que todo siga así; no voy a negar que a veces hay malas noticias, que no todo es lindo y perfecto; pero sigue siendo hasta ahora el único lugar por el cual he rotado, en que casi todas son pacientes sanas, y eso, calienta un poquito el alma. 

Recuerdo en especial una paciente, era todavía una adolescente, ni siquiera terminaba el colegio y cuando entró al consultorio, todos teníamos esa sensación que uno tiene al ver a alguien que no está preparada para la carga que se le viene encima, un cuerpo que madura antes que la mente y que probablemente tendrá un sin fin de problemas cuando nazca el niño; pero después de unos minutos, de ayudarla a grabar del doppler los latidos de su bebé en su celular, de reirnos haciendo bromas todos, de verla contenta...  Dicha "locura" e inmadurez tenían un sentido más allá de todos los parámetros que como sociedad nos ponemos. Sé que eso no arreglará todos los problemas que va a tener que afrontar; sé que no se hará más fácil salir adelante por el simple hecho que es un proceso increible y maravilloso, pero en ese segundo, en ese preciso segundo, yo sé que ella era feliz, y lo era, a un nivel que yo quizá jamás podré entender como hombre, porque era alegría pura, sin necesidades, sin restricciones, era alegría en movimiento dentro de su cuerpo y había decidido quedárselo, a pesar de todos los abortos ilegales que ocurren cada día en este país, había tenido el coraje de no optar por una opción facilista, aunque al mismo tiempo condenara su vida a una infinidad de sacrificios, siempre y cuando, quiera sacar adelante al niño que trae al mundo. 

Nunca más volví a ver a esa paciente, mi rotación terminó y probablemente si me la encuentro en la calle jamás podría reconocerla; pero le deseo lo mejor de este mundo, a ella y a su pequeño, siempre agradecido por esa sonrisa. 

La medicina es algo complicado, difícilmente uno se encuentra con respuestas precisas a las preguntas que tienen las personas; un simple dolor de cabeza tiene como posibles causas una lista con más de veinte posibilidades diferentes, que si se explicaran todas a las personas, saldrían llorando de la consulta... a veces uno mismo va diciéndose por dentro "ojalá que sea algo tratable", y carga un poquito con el peso de las posibilidades; aunque a veces, como en aquel consultorio, uno también se roba un poquito de alegría para llevar a casa. 

domingo, 10 de mayo de 2009

El médico que vive dentro

Desde hace poco más de un año, siento que mis ojos han ido cambiando; he empezado a saber cómo observar, qué detalles son los que se deben buscar; los cuerpos se han ido convirtiendo en manquinarias bien aceitadas, que con sus detalles visuales pueden describirte como están funcionando. Me veo tentado a comparar mi visión de un ser humano, como la visión que tiene un arquitecto de una casa; normalmente sus estructuras, sus columnas, sus materiales pasan desapercibidos para el resto de personas. Las ventanas son ventanas, y no parte de un equilibrio simétrico orientado en el espacio para captar la mayor parte de luz de día; los pasadizos, las escaleras, no son para ellos simples espacios que nos llevan a otras habitaciones, y hasta la cantidad de escalones y su altura, su tamaño, todo va siendo parte de una ecuación que intenta acercarse a la perfección.

Yo he empezado a ver a las personas así; sé que es natural, sé que no importa a lo que te dediques, que empiezas a encontrarlo a cada paso que das; como cuando alguien me enseñó a ver las películas por los planos, la dirección de fotografía, la perspectiva y a veces me encuentro imaginando escenas en donde me encuentro parado. Así se han convertido las personas en lienzos para ser estudiados, en acertijos andantes; y a veces, me asusta. Porque quizá cuando un arquitecto ve una casa, no ve un hogar, sino una obra; porque el cine puede dejar de ser mágico si sólo ves técnicas de filmación y edición... porque las personas pueden perder parte de su privacidad cuando puedes ver en el color de su piel una enfermedad, en sus manos las carencias alimenticias o de oxígeno; o cuando la tos de alguien deja de ser un sonido en el fondo del autobús para convertirse en una posibilidad de tuberculosis. 

Y no sólo eso, la vida empieza a ser la suma de los factores de riesgo; el cigarrillo en frente deja de ser el sabor que acompaña el café para convertirse en fibrosis pulmonar, el café en gastritis, el sol en cáncer de piel, los besos en herpes, el sexo en venéreas, y la sangre... dios nos libre la sangre; uno de los sustos más grandes que puede existir, y que sólo puedo imaginar, es pincharse con la aguja que estabas usando para suturar a alguien... porque como dice la primera norma de la bioseguridad: Todos están contagiados hasta que se demuestre lo contrario. 

No hay que confundir las cosas, uno no puede ser tan paranóico; uno no vive teniendo miedo de todo y de todos, porque al final se aprende que todo es como jugar una lotería, que a cada cigarrillo que te fumes estás comprando un boleto para el sorteo de un flamante cáncer de pulmón céro kilómetros y mi cenicero en frente es testigo de mi estupidez; pero a veces, no saber ciertas cosas es una bendición. 

Una de las pocas cosas que me ha enseñado mi antiguo colegio evangélico fue "Y conocereis la verdad, y la verdad os hará libres..." pero bien he ido aprendiendo, hay algunas cosas que hubiera preferido no conocer, como aquel beso que esa chica le dió a otra persona, como cuando descubres antes que cualquiera la enfermedad de alguien que quieres, y entonces, las probabilidades pesan como zapatos de cemento cuando te han lanzado por la borda. 

Al final, todas estas probabilidades, todos los factores de riesgo y las enfermedades que cada día descubro que hay más; quizá puedan hacer que aprecie más la vida misma; la suerte de aquel que no está destinado a morir en un año, o si fuera así, la suerte de tener un año más para vivir. Creo que los seres humanos aprendemos por contraste, no existiría el bien si no lo pudieramos comparar con el mal; y no somos tan concientes de lo bueno que es estar sano hasta que vivimos cerca a los enfermos; quizá todos deberían aprender más sobre medicina,ya que estudiar las enfermedades y a los pacientes que las padecen muchas veces te hace pensar en la suerte que tienes... o quizá todos tenemos el médico que vive dentro, que nos hace sentir bien cuando podemos salir a pasear, cuando nos permitimos hacer algo de deporte, cuando encontramos en el detalle más pequeño un motivo para sonreir. 

Definitivamente, hace un año o poco más, mis ojos se han ido abriendo...