domingo, 22 de junio de 2008

Vergüenza de género

Paciente mujer de 36 años, ingresa al hospital por emergencia tras haber sufrido un sincope, le sucedió mientras caminaba en su casa, inició con una sensación de mareo y vértigo, niega convulsiones y pérdida de tono de esfínteres, de duración no cuantificada, aunque refiere que despertó en la sala de emergencias.

Dice sentirse mal hace tres meses y desde entonces casi no come, ha perdido once kilos; tiene escalofríos por las noches y la sensación de que la temperatura se eleva (sensación de alza térmica le llaman); refiere tos, especialmente por las mañanas, es productiva y de expectoración blanquecina.

Sábado por la mañana, llegué al hospital en busca de un paciente para realizar una de las seis historias clínicas que supuestamente debía entregar este ciclo, y entre todos los rostros del pabellón brillaba aquella carita indefensa; era una de esas mujeres que, más por la expresión que por belleza, hacen que sea inevitable fijar la mirada en ella. Estaba sentada en la cama, en una de esas camas, metálica, fría y descuidada; observaba con atención lo que sucedía alrededor y no tardó mucho en darse cuenta de mi mirada curiosa.

Me acerqué al interno que estaba a cargo de su cuidado, y luego de conversar con él, me dijo que podía historiarla, era bastante colaboradora y no me daría problemas. Me recibió con una sonrisa, aceptó cordialmente a responder mis preguntas; hice tantas, todas las de rutina que hasta ese entonces había memorizado, hay que hacerlas y usualmente son muchas; ella respondió con la voz tranquila y poco a poco fue contándome de los males que la habían llevado en esa oportunidad al hospital… sí, habían habido varias oportunidades… sí, tenía sida.

No hay pregunta correcta que pueda seguirle a una afirmación así; entonces uno acude a lo que ha aprendido y comienza a interrogar sobre el tiempo de la enfermedad, si está siguiendo un tratamiento, si tiene conteo de glóbulos blancos… las preguntas llegan a maretazos pero continúan perdiendo el sentido, y no es sino hasta que uno revisa las respuestas más tarde que se da cuenta de lo que le han confiado, la única y primera pareja sexual que había tenido era su esposo, tenía dos hijos y la menor también era código blanco.

Resulta repugnante, la vergüenza de género me invade; es bastante terrible ya que exista una enfermedad así como para enterarse después que una gran cantidad de mujeres son contagiadas porque un tipejo saca los pies del plato; sí, son muchas… una canita al aire que termina contaminando la sangre de su descendencia… Cómo alguien que supuestamente quiere a otra persona lo suficiente para iniciar una familia puede terminar llevando semejante cosa en la sangre a su propia casa, no es tan sencillo lo sé, pero igual, sucesos como ese me hacen anhelar la existencia de un infierno, en el cual no creo usualmente, para poder dormir tranquilo soñando que todos pagan con creces sus maldades.
La paciente tenía anemia, por eso el síncope... se descartó la TB felizmente y a los pocos días fue a casa con un nuevo tratamiento para su problema de fondo.

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