domingo, 22 de junio de 2008

En principio...

Hasta hace un año aproximadamente, creía que mi vida como estudiante de medicina era absolutamente aburrida, no por esto dejaba de ser satisfactoria o interesante, sino que pasar tiempo encerrado entre libros y clases no te dan exactamente la opción de llevar una vida social atractiva. Fuera del ámbito académico, es difícil encontrar el tiempo y la oportunidad de tener experiencias que valgan la pena ser contadas, ni siquiera la opinión que uno puede formarse de las ciencias básicas alcanzaría a ser lo suficientemente interesante como para evitar ser una conversación trivial, por más interesante que sea, siempre se topa uno con la necesidad de conocimientos previos, que mal que bien, limitan los posibles receptores de tus mensajes.

Han pasado cuatro años ya desde que me embarqué en una carrera de la cual, hasta este año, no tenía ni la más vaga idea de lo que significaba; claro, una cosa es ver un personaje de E.R o Dr. House en la tele, y otra muy distinta es conocer doctores que lidian con más problemas de los que uno podría imaginar siendo un observador externo.

La medicina es tanto ciencia como arte, es lograr un equilibrio entre lo que te dice un libro y lo que grita un paciente dolorido; no hay respuestas exactas, ni exámenes o pruebas de laboratorio que estén completamente libres de la influencia del error humano o que en última instancia fallen al ser mal interpretados, no existen elíxires milagrosos que curen a las personas de sus males, ni tratamientos ideales que no deban ajustarse a la persona en su condición como ser individual, y en el caso de este hospital, como ser misio, que mantiene quince hijos que viven repartidos en dos cuartos de la casa de la suegra y que comparten las mismas condiciones higiénicas que otros doce hijos de la tía y otros tantos animales que se mantienen como mascotas.

Hasta ahora, y a diferencia de algunos de mis compañeros según me cuentan, mi aproximación a lo que realmente implicaba prepararse para ser un médico había quedado más en imaginación que verdad; pero otra vez me enseña la vida, la realidad es más complicada y las historias que se oyen en los pabellones del hospital deberían ser contadas, las personas consideradas como tal y no como una enfermedad y un diagnóstico por cada uno.

Sólo intento contar historias, sin importar quién quiera leerlas.

No hay comentarios: