lunes, 8 de febrero de 2010

Externo entrada 1

No sé si estoy mal porque me siento nervioso, o es que ralmente he cogido algo ahí en la calle; mi estómago está revuelto y no puedo dormir la noche anterior a mi primer dia como externo. No sé bien cuales son las funciones que voy a realizar en el hospital, pero estoy completamente conciente que tengo miedo, miedo de meter la pata y hacer que otro la estire por mi culpa, miedo de no saber lo suficiente como para sobrevivir esta época extraña y adrenalínica que se me viene encima.

Duermo mal esa noche, duermo poquísimo; quería llegar al día siguiente fresco y preparado, pero en lugar de eso estoy deshidratado y con el abdomen adolorido y distendido, ahora sí me he convencido que es una infección y no los nervios, o quizá, un poco de ambos.

El día transcurre rápido, rapidísimo; no he tenido tiempo de frenar un segundo a reflexionar qué estoy haciendo, sólo lo hago, descubro en la marcha en qué consiste mi trabajo, tomo muestras, busco resultados, dejo órdenes que tomarán los encargados del laboratorio... el día me ha quedado chico, entre intentar aprender algo y terminar de correr todo el plan del día de todos los pacientes que comparto con la interna. Intento aprender, pero estoy cansado, mi mente va lenta como una tortuga en un espacio de velocidad vertiginosa... me doy cuenta de la rapidez del día, del miedo a no hacer las cosas mal... me gusta.

Llego a casa, literalmente hecho mierda, me duelen los pies, la espalda; quiero dormir, pero en lugar de eso, hay que leer por lo menos un rato, si no, lo empírico del día quedará a medias, quedará medio vacío si uno no se pone a leer sobre lo que ha visto... me prgunto, realmente estoy hecho para este tipo de vida?

lunes, 31 de agosto de 2009

Lo que hay detrás de la sonrisa

Sé que hace tiempo no escribo por aquí, pero habían ciertas cosas que tenía que terminar de reestructurar primero. Y ahora que me encuentro mucho mejor, seguiré con las andanzas por aquí.

Creo que hay pocas profesiones en esta tierra en las cuales uno aprenda, como parte de los estudios, a sonreir.

Ayer estaba en un café, en uno de esos lugares donde la mayoría de personas sonríen, donde hay música alegre y todo parece estar donde debe estar; quizá, esa sea una de las razones por las cuales me siento a gusto en ese tipo de ambientes. Cuando cada persona, cada rostro, dejó de ser parte del paisaje y me di cuenta que todos eran personas como yo, como cualquiera de nosotros, me invitó la curiosidad a fantasear sobre los problemas que debían tener todos ellos; sin importar lo bien que a uno le vaya en "general" siempre hay problemas, y como me contaría un amigo hace algún tiempo "todos tienen sus problemas, y ninguno deja de ser importante" porque el único que se puede soportar, es el ajeno.

Ayer me di cuenta, que todos, sin importar cómo se presenten, cómo se vean, todos deben tener alguno que otro fantasma persiguiéndoles los talones; al menos, las veces que he tenido la oportunidad de intimar con alguna persona un poco más de mis relaciones superficiales, he llegado a ese punto en el cual empiezan a confesar uno a uno sus miedos más terribles y entonces, por más alegres que sean, sé que todos tienen heridas que están constantemente abriéndose.

Por otro lado, hoy en el consultorio de dermatología, pensaba que todas esas personas acuden a consulta porque están preocupados, porque tienen un mal que los aqueja; a veces no es un mal físico, corpóreo, simplemente son dudas y miedos. La dermatóloga que estaba a cargo de mi aprendizaje intentaba reconfortar a estas personas, a las madres de los niños, a quien quiera que entrara por esa puerta intermitente; y después de dejar el pesar de sus hombros en aquella consulta, salían con otra aura.

Estoy seguro, y quizá sea algo que todos aquellos que no son médicos (y quizá los que lo son también) deberían tener en la cabeza, es que con quien hablan, es una persona más; sus conocimientos no lo ponen por encima de serlo, y sus problemas propios y miedos, no desaparecen después de las consultas. No intento excusar mediocridad, ni tampoco pedir que no lleven sus problemas, porque para eso estamos, para poder ayudarles en todo lo que se pueda y de la mejor manera; incluso podría decir que necesitamos tanto de ellos para curar nuestras propias almas, que hemos elegido una carrera donde ayudar nos ayuda... Pero cuando uno pierde su condición de humano, y empiezan los horarios atenuantes, los pacientes sin paciencia, la falta de confianza que mata y las ganas de demandar a todo aquel que no lo atendió a uno con una sonrisa perfecta, hace que esta carrera en lugar de ser humanista se empiece a convertir en una empresa donde sin importar qué suceda se mide a sus componentes no como personas sino como engranajes que sin meditarlo pueden ser cambiados por un repuesto de dudosa procedencia.

Y para el otro lado, todos los médicos deberían darse el tiempo de descanzar, de disfrutar las consutas, de conversar con los niños que van, con las mamás que están preocupadas. Porque, más que cualquier otra persona, saben bien lo que hay destrás de la sonrisa. Para que la sonrisa nunca sea parte de lo que se aprende, del profesionalismo.

Por una sonrisa que sólo sea eso, una sonrisa.

miércoles, 8 de julio de 2009

La arquitectura divina

Ayer logré ver una exposición de cuerpos humanos, llegó al país hace poco; lo interesante de ver estos cuerpos es la técnica que están utilizando, si no lo recuerdo mal es llamada la plastinación, en la cual se reemplazan los fluidos corporales por resinas, logrando resultados extraordinarios a nivel de la conservación de los cuerpos.

La anatomía sería más fácil de estudiar si se contara constantemente con estos recursos, pero yo he estudiado anatomía con cuerpos embalsamados en formol, mis ojos han llorado, literalmente, para aprender y más de una vez he sentido arcadas frente a aromas no esperados. Y más de una vez me propuse volverme vegetariano; quizá yo sea más suceptible que otras personas para todo esto, pero la experiencia de estar sentado solo frente a una mesa de disección, armado con un bisturí número diez y mi libro de anatomía en frente, ha hecho que decida no ser nunca cirujano.

A pesar de esto, no deja de maravillarme la arquitectura corporal; lo tejidos de por sí son complejos; son poblaciones enteras de células que se integran de manera cuidadosa compartiendo el medio que las alimenta; claro que los tejidos aislados no pueden sobrevivir ellos solos, tienen el deber y necesidad de relacionarse con estructuras vecinas para poder formar algo más grande que ellos mismo, tienen una idea innata del bien común y del trabajo en equipo. Pero esto va más allá de eso, podemos estudiar absolutamente todos los tejidos de manera aislada, podemos ver los organos que van formando y las relaciones espaciales entre todos ellos, podemos saber qué los conforma y que funciones tienen, aún así, ni siquiera nos acercaríamos a comprender lo maravilloso de un cuerpo.

Cuando veía ayer los cuerpos plastinados, eran muñecos de cera, estaban inmóviles en una posición determinada, y a pesar de mantener la mayor parte de sus tejidos, sus elementos formes, no se acercaban ni en lo más mínimo a sus observadores. La maravilla de un cuerpo no está sólo en sus elementos, que al fin y al cabo son sólo el metal y concreto; para mi, el milagro de la vida comienza cuando todos sus elmentos inician a unísono y orquestados la magia del movimiento. De sólo pensar en la cantidad de músculos que estoy utilizando para poder escribir sobre este teclado, la cantidad de sangre que se necesita para llevarles oxígeno, la función que cumplen los alveolos pulmonares para captarlo del aire; el corazón que es el metrónomo de la sinfónica, que mantiene fluyendo la realidad y el tiempo en cada latido; los nervios, cableados elécticos que permiten información a velocidades vertiginosas para transmitir en vivo las indicaciones del director de orquesta que termina por generar este sonido sobre las teclas captado por mis oidos, las letras que se van formando en la pantalla mientras escribo que se dibunjan en mis retinas y son devueltas hacia mi yo más profundo...

Mi yo más profundo... como puedo ser yo la suma de mis partes, es que hay algo más aquí que existe independientemente de mis estructuras y sus relaciones? Soy acaso una respuesta a una ecuación química o el resultado inevitable, algo así como las sobras, de las inteacciones neuronales que se han ido formando independientemente en mi cerebro desde niño? Porqué ayer, viendo cuerpos casi completos, mantenidos casi intactos frente al paso del tiempo; no sentí ninguna clase de empatía, igual que con los muertos sobre mis mesas; porqué nadie preguntó quiénes eran, qué hacían, o el porqué estaban ahí admirándonos con su espectáculo tanático... A nadie le importó siquiera saber si aún conservaban sus nombres... Estaban ahí, pero no estaban. Y lo más terrible es, que muchas personas están aquí, pero no están; vivimos tan apurados, tan metidos en lo nuestro, en nuestros propios problemas, que demasiadas veces se nos pasan personas y nunca aprendemos sus nombres, somos tan individualistas a veces, quizá si fueramos más concientes de la arquitectura tan divina, del tan arduo trabajo que se necesita para que alguien esté vivo, respirando... quizá así, podríamos valorar más a todos aquellos que nos pasan al lado.

miércoles, 3 de junio de 2009

Muerte Libertad

Hoy murió una paciente.

No la conocí, nunca le hablé, siempre supe que tenía una neoplasia maligna; y en realidad seguía hospitalizada por el manejo de sus síntomas, estuvo en el hospital casi seis semanas.

De cuando en cuando llegan al hospital pacientes provenientes del sistema penitenciario, uno se da cuenta porque están esposadas a las camas, intentan cubrirlas con las sábanas, pero ahí están, se pueden ver, y hasta cierto punto atemorizan.

Esta mujer, probablemente en mediados de sus cuarenta, había llegado del penal de santa mónica, la cárcel de mujeres de la ciudad; era española, según me contaron después, estaba cumpliendo su condena por transportar droga. Nunca fue un caso lo suficientemente interesante como para discutirlo con los doctores de práctica, y en las rondas médicas casi ni se habla de ella porque su diagnóstico fue rápido y sin dudas, académicamente no era de ayuda y sólo le dedicaban unos segundos a comentar si ya había llegado el indulto para poder darle de alta para que regrese a su país a morir ahí, y no esposada a una cama en un país extrangero.

La burocracia es lenta como las noches de invierno o como esperar la primavera; el cuerpo, el tiempo, la enfermedad y la muerte no lo son, no te esperan y no esperan a que estén listos tus papeles, porque para morir, no se necesitan visas. El indulto nunca llegó; ella nunca más volverá a ver su tierra; no volverá a cruzar el mar, y tal vez lo más terrible es que no podrá despedirse de aquellos que soñaba ver desde la ventana de su celda, desde la cama de hospital que servía como grillete.

Poco sé de esta mujer, sé que llevaba el pelo pintado de rojo, sé que era una sombra en mis rondas, en el pasillo del hospital, que lloró cuando le dijeron lo que tenía, que perdió su cuerpo en estas seis semanas quedándole sólo un recuerdo de lo que alguna vez fue. Sé que hoy la sombra desapareció y que mañana habrá otra persona en esa cama.

No me siento preparado para conversar con este tipo de pacientes, no emocionalmente y menos aún profesionalmente; no sé si me enseñaran a dar las peores noticias, a dictar sentencias como esta, imagino que en algún momento lo tendré que hacer y me aterra pensarlo. Quizá sea por eso que casi todo el personal del piso trataba de evitar conversar con ella.

Al final, no hay cadena lo suficientemente larga que la ate a esta tierra; ahora es libre, los errores del pasado no significarán más una razón para arrepentirse, no sufrirá más; no sé si está en un lugar mejor, la verdad no creo en esas cosas, pero por lo menos sé que la muerte libera, de todo libera y a pesar del miedo que se le tiene, al final, creo que se recibe bien.

martes, 26 de mayo de 2009

TVC



Toda la voluntad de curarse... después escribo de la Tb




jueves, 14 de mayo de 2009

Alegría en movimiento

Los hospitales en general son lugares a los cuales las personas acuden cuando estan enfermas; la mayor parte de especialidades, incluso pediatría, están cargados con una atmósfera de preocupación, de incertidumbre. Los pasadizos se inundan de caras preocupadas, de lágrimas de desesperación, y a veces, de ira e impotencia; tanto así, que puedo recordar la voz de una mujer gritando desde la puerta "son unos asesinos!"

No hay hospitales lindos, no los hay; claro que siempre pueden estar peor, siempre pueden ser más tétricos y desolados, pero en silencio o llenos de bulla, la atmósfera que los rodea siempre es densa y complicada. 

Hace un mes me tocó visitar el área de ginecología - obstetricia; y por primera vez delante de mis ojos, había alegría, y también la había en movimiento. Hay un consultorio que se denomina control pre natal, es a donde se acude para ir viendo el desarrollo del embarazo, y los rostros que pasan por esos consultorios son lo que ilumina un hospital. 

Creo que siempre llevaré conmigo las sonrisas, la espectativa, la alegría de saber que están bien, porque a ese consultorio no van cuando se sienten mal, van cuando están de lo más contentas y sólo quieren que todo siga así; no voy a negar que a veces hay malas noticias, que no todo es lindo y perfecto; pero sigue siendo hasta ahora el único lugar por el cual he rotado, en que casi todas son pacientes sanas, y eso, calienta un poquito el alma. 

Recuerdo en especial una paciente, era todavía una adolescente, ni siquiera terminaba el colegio y cuando entró al consultorio, todos teníamos esa sensación que uno tiene al ver a alguien que no está preparada para la carga que se le viene encima, un cuerpo que madura antes que la mente y que probablemente tendrá un sin fin de problemas cuando nazca el niño; pero después de unos minutos, de ayudarla a grabar del doppler los latidos de su bebé en su celular, de reirnos haciendo bromas todos, de verla contenta...  Dicha "locura" e inmadurez tenían un sentido más allá de todos los parámetros que como sociedad nos ponemos. Sé que eso no arreglará todos los problemas que va a tener que afrontar; sé que no se hará más fácil salir adelante por el simple hecho que es un proceso increible y maravilloso, pero en ese segundo, en ese preciso segundo, yo sé que ella era feliz, y lo era, a un nivel que yo quizá jamás podré entender como hombre, porque era alegría pura, sin necesidades, sin restricciones, era alegría en movimiento dentro de su cuerpo y había decidido quedárselo, a pesar de todos los abortos ilegales que ocurren cada día en este país, había tenido el coraje de no optar por una opción facilista, aunque al mismo tiempo condenara su vida a una infinidad de sacrificios, siempre y cuando, quiera sacar adelante al niño que trae al mundo. 

Nunca más volví a ver a esa paciente, mi rotación terminó y probablemente si me la encuentro en la calle jamás podría reconocerla; pero le deseo lo mejor de este mundo, a ella y a su pequeño, siempre agradecido por esa sonrisa. 

La medicina es algo complicado, difícilmente uno se encuentra con respuestas precisas a las preguntas que tienen las personas; un simple dolor de cabeza tiene como posibles causas una lista con más de veinte posibilidades diferentes, que si se explicaran todas a las personas, saldrían llorando de la consulta... a veces uno mismo va diciéndose por dentro "ojalá que sea algo tratable", y carga un poquito con el peso de las posibilidades; aunque a veces, como en aquel consultorio, uno también se roba un poquito de alegría para llevar a casa. 

domingo, 10 de mayo de 2009

El médico que vive dentro

Desde hace poco más de un año, siento que mis ojos han ido cambiando; he empezado a saber cómo observar, qué detalles son los que se deben buscar; los cuerpos se han ido convirtiendo en manquinarias bien aceitadas, que con sus detalles visuales pueden describirte como están funcionando. Me veo tentado a comparar mi visión de un ser humano, como la visión que tiene un arquitecto de una casa; normalmente sus estructuras, sus columnas, sus materiales pasan desapercibidos para el resto de personas. Las ventanas son ventanas, y no parte de un equilibrio simétrico orientado en el espacio para captar la mayor parte de luz de día; los pasadizos, las escaleras, no son para ellos simples espacios que nos llevan a otras habitaciones, y hasta la cantidad de escalones y su altura, su tamaño, todo va siendo parte de una ecuación que intenta acercarse a la perfección.

Yo he empezado a ver a las personas así; sé que es natural, sé que no importa a lo que te dediques, que empiezas a encontrarlo a cada paso que das; como cuando alguien me enseñó a ver las películas por los planos, la dirección de fotografía, la perspectiva y a veces me encuentro imaginando escenas en donde me encuentro parado. Así se han convertido las personas en lienzos para ser estudiados, en acertijos andantes; y a veces, me asusta. Porque quizá cuando un arquitecto ve una casa, no ve un hogar, sino una obra; porque el cine puede dejar de ser mágico si sólo ves técnicas de filmación y edición... porque las personas pueden perder parte de su privacidad cuando puedes ver en el color de su piel una enfermedad, en sus manos las carencias alimenticias o de oxígeno; o cuando la tos de alguien deja de ser un sonido en el fondo del autobús para convertirse en una posibilidad de tuberculosis. 

Y no sólo eso, la vida empieza a ser la suma de los factores de riesgo; el cigarrillo en frente deja de ser el sabor que acompaña el café para convertirse en fibrosis pulmonar, el café en gastritis, el sol en cáncer de piel, los besos en herpes, el sexo en venéreas, y la sangre... dios nos libre la sangre; uno de los sustos más grandes que puede existir, y que sólo puedo imaginar, es pincharse con la aguja que estabas usando para suturar a alguien... porque como dice la primera norma de la bioseguridad: Todos están contagiados hasta que se demuestre lo contrario. 

No hay que confundir las cosas, uno no puede ser tan paranóico; uno no vive teniendo miedo de todo y de todos, porque al final se aprende que todo es como jugar una lotería, que a cada cigarrillo que te fumes estás comprando un boleto para el sorteo de un flamante cáncer de pulmón céro kilómetros y mi cenicero en frente es testigo de mi estupidez; pero a veces, no saber ciertas cosas es una bendición. 

Una de las pocas cosas que me ha enseñado mi antiguo colegio evangélico fue "Y conocereis la verdad, y la verdad os hará libres..." pero bien he ido aprendiendo, hay algunas cosas que hubiera preferido no conocer, como aquel beso que esa chica le dió a otra persona, como cuando descubres antes que cualquiera la enfermedad de alguien que quieres, y entonces, las probabilidades pesan como zapatos de cemento cuando te han lanzado por la borda. 

Al final, todas estas probabilidades, todos los factores de riesgo y las enfermedades que cada día descubro que hay más; quizá puedan hacer que aprecie más la vida misma; la suerte de aquel que no está destinado a morir en un año, o si fuera así, la suerte de tener un año más para vivir. Creo que los seres humanos aprendemos por contraste, no existiría el bien si no lo pudieramos comparar con el mal; y no somos tan concientes de lo bueno que es estar sano hasta que vivimos cerca a los enfermos; quizá todos deberían aprender más sobre medicina,ya que estudiar las enfermedades y a los pacientes que las padecen muchas veces te hace pensar en la suerte que tienes... o quizá todos tenemos el médico que vive dentro, que nos hace sentir bien cuando podemos salir a pasear, cuando nos permitimos hacer algo de deporte, cuando encontramos en el detalle más pequeño un motivo para sonreir. 

Definitivamente, hace un año o poco más, mis ojos se han ido abriendo...